1
LA
DAMA DE LUTO
Era una noche fría de invierno había mucho viento y
nevaba, ya eran alrededor de las 23:30 no había mucha gente recorriendo las
calles a esa hora, camine un tiempo hasta que me decidí entrar a un bar que me
llamaba poderosamente la atención, al entrar noté que era un lugar oscuro y
sobrecogedor con un estilo algo antiguo, no había nadie excepto yo y el
cantinero.
Me senté en un lugar frente al espejo que daba hacia a la
calle, pedí una cerveza y luego me quede mirando la ciudad vacía e
inquietantemente tranquila. Recuerdo estar mirando cosas triviales como los
árboles moviéndose incesantemente, los carteles de publicidad, la sombra de los
edificios grises y las calles vacías con un aire de triste abandono. A todo
esto llamo mi atención una mujer parada sobre una esquina al otro lado de la
calle mirando de frente hacia el bar, miraba fijamente y sin moverse, me
pareció raro que aquella mujer estuviera afuera a la intemperie bajo las
inclemencias del tiempo, además de que por esos lugares no circulaba ningún vehículo
ni transporte debido que en las noticias se informo sobre la tormenta de nieve
que azotaría durante todo el día la ciudad. Pero lo que más poderosamente llamo
mi atención fue que esta dama estaba vestida completamente de negro.
Observe
minuciosamente a la mujer durante un largo tiempo, tanto que me decidí a salir
en busca de aquella, pero cuando salí del bar ella desapareció, me quede
durante un largo tiempo pensando en lo que había contemplado hasta que me
convencí de que era mi imaginación y volví a entrar al bar. Pedí otra cerveza,
pasado un tiempo la imagen de la dama volvió a aparecer, me resolví a salir
corriendo de ahí e ir en busca de aquella silueta, cuando llegué a la esquina
donde estaba exactamente parada ella desapareció.
Me apresure a entrar otra vez al antro y de inmediato
indagué al cantinero de forma apremiante sobre si el percibía aquella figura de
la muchacha de luto y el me respondió:
Cantinero:-Aquella
chica era la mujer de un hombre muy adinerado, el cual la amaba demasiado y muy
intensamente, el magnate logro conquistarla, no se si con su dinero o con su
parecido, pero al poco tiempo contrajeron matrimonio. El señor era feliz con su
esposa y llevaba una vida a la cual casi todo su tiempo lo ocupaba ella.
Pero los vicios empezaron a corromperlo tanto así que se
tornó un hombre lúgubre, ermitaño y que se encolerizaba con facilidad.
Posteriormente
decidió adquirir un crematorio el cual manejaba el mismo, además de que la
inversión era buena el disfrutaba de ese espectáculo grotesco.
El esposo le
consagraba mucho tiempo al negocio, tanto que podría decirse que se torno en su
obsesión.
Un día llegó
temprano de su trabajo, cuando entro a su casa observo una escena que lo
trastorno, vio a su mujer con otro hombre en su cama, al presenciar esto en un
arrebato tomo la decisión de asesinar a ambos. Consumado el acto se propuso
llevarlos a la crematoria, allí quemo primero al amante, luego vistió a su
mujer de luto y se preparo para quemarla también. El se coloco al lado de su
mujer y gritando frenéticamente se dispuso a quemarse vivo junto con ella
prometiendo que volvería en busca de su alma ya que al quemarse, ambos se
harían inmortales, al hacer esto todo el lugar se torno en llamas quedando solo
las ruinas del crematorio.
Yo:-Pero ¿Cómo
sabes todo eso?
Cantinero:-Porque
esto es “el bar las almas perdidas” o el limbo o como quieras llamarle aquí es
donde vienen a parar los espíritus en busca de amparo y deambulando hasta
encontrar aquello que no les permite descansar.
Yo:-¿Pero lo que
estás diciendo es que yo soy aquel esposo?
Cuando me voltee a
mirar al cantinero vi que todo el lugar estaba completamente quemado y en
ruinas.
Autor:
Alejandro ( Argentino)
2
EL
VIAJE DE MARTÍN
Cuento publicado el 06 de Septiembre de 2014
Todos los niños esperan con impaciencia la hora de salida
de la escuela, más aún cuando se trata del último día de clases. Eso es lo que
le sentía Martín, un niño de nueve años, que no paraba de mirar el reloj en la
pared hasta que éste, de la hora de salida, las despedidas de los maestros
continuaban, unos con gran entusiasmo y nostalgia se despedían de sus alumnos,
mientras para otros fue como cualquier otro día, a Martín esto no le distraía,
ya que tenía planeadas casi todas sus vacaciones, primero estaba la playa con
sus padres, luego donde su tío Memo, al que tanto quería, sobre todo porque le
dejaba jugar hasta muy tarde con su primo Marcelo, el cual era más o menos de
su edad. En fin, todo sería juego y diversión en sus vacaciones.
El día de clases terminó, Martín y sus compañeros se
despidieron antes de tomar el autobús que lo llevaría de regreso a su casa. Ya
en el autobús solo podía pensar en lo grandiosas que serían sus vacaciones.
Para Martín y los demás, todo parecía normal en el recorrido, hasta que de
pronto el cielo se empezó a oscurecer más y más a cada momento, los niños
empezaron a gritar todos con desesperación, el conductor se detuvo hasta
entender que es lo que sucedía, cuando de pronto un enorme sonido se escuchó
sobre sus cabezas, era una gigantesca nave espacial, posada sobre el autobús.
Todos, incluido Martín pensaron de inmediato en los extraterrestres, cosa que
no estaba ni siquiera cerca. La nave al final se detuvo en la carretera justo
al frente del autobús.
Para ese momento ya la oscuridad se había disipado lentamente, los niños y el conductor salieron lentamente del vehículo a mirar más de cerca el enorme artefacto, tenía la forma de una bandeja más bien redonda, con destellos plateados en sus esquinas, sorpresivamente salió del centro de la nave, una especie de rampa o escalera que llegó al piso de la vía, y una enorme puerta dejo entrar la luz. Empezaron a salir tres personas, eran como nosotros, pero vestían de una manera un tanto extraña, con enormes vestidos de color azul rey y con cuellos blancos que cubrían perfectamente su cuello.
Estos personajes caminaron hasta los niños y conductor que se encontraban al frente, preguntaron cuál de ellos se llamaba Martín, todos de inmediato miraron a Martín con expectante asombro, y Martín que no comprendía nada en ese momento, respondió aún más sorprendido –Soy yo. Los tres individuos se le acercaron y en seguida lo invitan para que los acompañen, todos los presentes incluido Martín, no salían del asombro, por lo tanto Martín accedió a acompañarlos, ya que nadie les había ofrecido resistencia alguna. Subieron los cuatro a la nave y se marcharon enseguida.
Para ese momento ya la oscuridad se había disipado lentamente, los niños y el conductor salieron lentamente del vehículo a mirar más de cerca el enorme artefacto, tenía la forma de una bandeja más bien redonda, con destellos plateados en sus esquinas, sorpresivamente salió del centro de la nave, una especie de rampa o escalera que llegó al piso de la vía, y una enorme puerta dejo entrar la luz. Empezaron a salir tres personas, eran como nosotros, pero vestían de una manera un tanto extraña, con enormes vestidos de color azul rey y con cuellos blancos que cubrían perfectamente su cuello.
Estos personajes caminaron hasta los niños y conductor que se encontraban al frente, preguntaron cuál de ellos se llamaba Martín, todos de inmediato miraron a Martín con expectante asombro, y Martín que no comprendía nada en ese momento, respondió aún más sorprendido –Soy yo. Los tres individuos se le acercaron y en seguida lo invitan para que los acompañen, todos los presentes incluido Martín, no salían del asombro, por lo tanto Martín accedió a acompañarlos, ya que nadie les había ofrecido resistencia alguna. Subieron los cuatro a la nave y se marcharon enseguida.
Martín se encontraba dentro de la nave, miró a su
alrededor y encontró todo muy familiar, como si se tratara de una casa moderna,
de esas que uno veía en alguna revista futurista de ciencia ficción o
científica. Las personas que lo habían hecho subir a la nave, empezaron a
explicar a Martín, que ellos eran personas como él o como cualquier otro que el
recordaba, la diferencia, es que ellos venían del futuro, del Dos Mil
Quinientos Veinte, para ser más exactos. Ellos también le explicaron, que la
única razón para llevarlo con ellos, era la supervivencia de la humanidad, nada
menos, ya que el poseía, a pesar de ser muy pequeño, el conocimiento y la
creatividad que los de su época ya habían perdido. Estos conocimientos, no eran
más que los de cualquier otro niño de nuestra época, los cuales consistían en
jugar, en divertirse con cualquier cosa, amar la naturaleza, querer a los
demás, apreciar el arte, etc. Todos en ese futuro no tenían ya estas
cualidades, Martín les enseñaría nuevamente una manera para volver a ser niños,
y enseñar a los suyos como comportarse desde su nacimiento.
El tiempo pasó y Martín se convirtió en el ser humano capaz de salvar a la humanidad, de la manera menos sospechada, lo cual nos resume, que Martín viajo al futuro para que salvemos nuestro presente.
El tiempo pasó y Martín se convirtió en el ser humano capaz de salvar a la humanidad, de la manera menos sospechada, lo cual nos resume, que Martín viajo al futuro para que salvemos nuestro presente.
Autor: Romel Velasco
Vaicilla
3
LOS DIOSES DE LA LUZ
Hace
cientos de años, al sur de Chile, vivían los indígenas conocidos como mapuches.
Los miembros de estas tribus se refugiaban en grutas, no conocían el fuego y
sobrevivían gracias a lo que la naturaleza les regalaba.
Cada día
salían a cazar algún animal para comer y recolectaban todos los frutos que
podían para poder alimentar a sus familias. Si querían realizar todas estas
tareas, tenían que levantarse muy temprano y aprovechar al máximo la luz de
día, pues uno de sus mayores temores, era enfrentarse a la oscuridad ¡Jamás
salían del poblado cuando se iba el sol!
Una
noche, un hombre mapuche llamado Caleu, se sentó a contemplar la luna en
la entrada de su cueva. Su familia dormía dentro y el silencio lo invadía
todo. De repente, vio una enorme estrella de larga cola dorada que
atravesaba el cielo. Un resplandor cegó sus ojos e iluminó por momentos todo el
valle.
¡Caleu
se asustó muchísimo porque no tenía ni idea de qué era eso! A toda prisa y
temblando como un flan, entró en la caverna y se acurrucó en una esquina.
Permaneció despierto hasta el alba y, aunque se moría de ganas de contar a
todos lo que había visto, decidió no decir nada a nadie para que el temor no se
extendiese por la aldea. Sí, guardaría el secreto.
Esa
mañana en cuanto salió el sol, su esposa y su hija se fueron en busca de
comida. Acompañadas por otras mujeres y niños del pueblo, subieron la montaña
más cercana y durante horas, estuvieron entretenidas haciendo acopio de
comestibles para pasar el invierno, que ya estaba a la vuelta de la esquina.
Todos
trabajaban con tanta de dedicación, que la noche les pilló desprevenidos.
Recogieron rápidamente sus cestas e intentaron bajar la montaña lo más deprisa
que pudieron, pero sin luz tuvieron desistir. Era imposible guiarse entre
tinieblas para encontrar el camino de vuelta al poblado. Por suerte, descubrieron
una gruta abandonada y se refugiaron en ella a la espera del nuevo día.
Fue
entonces cuando, en medio de la oscuridad, vieron pasar la enorme estrella de
cola dorada que Caleu había visto la noche anterior, y que por segunda vez
atravesaba el cielo a gran velocidad. A su paso, una lluvia comenzó a
caer haciendo sonar un gran estruendo. Pero no, no era de agua, sino de piedras
que se estrellaron sobre la montaña y rodaron sobre la ladera, provocando
multitud chispas al chocar contra el suelo de roca.
Una de
esas chispas fue a parar a un árbol y el tronco comenzó a arder, iluminando
todo a su alrededor. Cuando el torrente de piedras cesó, las mujeres se
acercaron al árbol en llamas con los asustados niños agarrados a sus
piernas y descubrieron que, gracias al fuego, podían verse unos a otros
entre las sombras. También notaron que junto al árbol ardiente, sus cuerpos
entraban en calor y era una sensación muy agradable ¡Aquello era realmente
mágico!
Los
hombres de la aldea, atraídos por la luz, salieron a comprobar de qué se
trataba y encontraron a sus familias sentadas alrededor de la enorme fogata.
Estaban felices y todos se juntaron para compartir un momento tan
especial, entonando cantos y dando palmas.
Empezó a
amanecer y llegó la hora de que cada uno regresara a su hogar. Caleu cogió una
rama que había en el suelo y la acercó al fuego del árbol. Se quedó fascinado
al comprobar que las llamas pasaban de un sitio a otro con facilidad. Todos los
hombres hicieron lo mismo y tomaron el camino a casa portando grandes
antorchas. Durante el trayecto de vuelta, las mujeres les contaron que
habían visto que al chocar unas piedras contra otras se producían chispas,
y que éstas, al contacto con la madera, se convertían en llamas.
Así fue
cómo los mapuches descubrieron el fuego. A partir de ese día, perdieron el
miedo a la oscuridad, pudieron calentarse durante los crudos inviernos y
añadieron a su menú diario la riquísima carne cocinada en las brasas.
4
LOS DOS ESCARABAJOS
Había una
vez dos escarabajos que vivían en una isla y eran muy amigos. El problema era
que la isla era demasiado pequeña y les resultaba muy difícil encontrar comida.
El único alimento que podían llevarse al a boca eran los excrementos de un toro
que solía pastar cerca de su hogar, pero aun así no era suficiente y siempre se
quedaban con hambre.
Una
mañana, uno de los escarabajos tuvo una gran idea.
– Amigo
mío, no podemos seguir en esta situación. Me estoy planteando seriamente
abandonar la isla para ir a tierra firme en busca de comida.
– ¡Uy,
eso es muy arriesgado! Tendrás que volar sobre el mar y podrías morir en el
intento ¿Crees que merece la pena que pongas en juego tu vida?
– Sí,
será un viaje complicado pero debo intentarlo. Tú te quedarás aquí y podrás
comerte todos los excrementos del toro mientras yo investigo la zona ¡Te
prometo que si encuentro mucha comida volveré cargado para que tú también te
des un buen festín!
– Está
bien, pero ten mucho cuidado y no tardes en regresar ¡Te esperaré impaciente!
Se dieron
un abrazo y el valiente escarabajo emprendió el vuelo. Aunque sus dobles alas
eran muy pequeñas tuvo la suerte de tener el viento a favor y tardó menos de lo
previsto en llegar al continente.
En cuanto
puso las patitas en tierra se sintió en el paraíso. Había decenas de toros
pastando bajo el sol y por tanto, cientos de boñigas, grandes, frescas y
de lo más apetecibles por todas partes.
– ¡Caray,
cuánta comida! ¡Con todo esto se podría alimentar a un regimiento!
Empezó a
zampar como si no hubiera un mañana y cuando estaba a punto de reventar, se
dejó caer sobre la hierba fresca con la panza hacia arriba.
– ¡Este
sitio es maravilloso! Es mucho más grande que el islote y hay comida para
hartarse ¡Yo no me voy de aquí ni de broma!
Recorrió
la zona y eligió un lugar seguro para construir su nueva casita. Estaba
entusiasmado y absolutamente feliz de poder disfrutar de la nueva y fantástica
oportunidad que le ofrecía la vida. Tan bien se sentía que ni se acordó de que
su buen amigo le esperaba en el islote.
Durante
mucho tiempo gozó de largas siestas en el campo, del olor de las flores y de
tremendas comilonas a base de boñigas. Fueron transcurriendo los días, las
semanas, los meses, y llegó el aburrido invierno. El frío y la lluvia le
produjeron una gran nostalgia y de repente, se acordó de su viejo amigo.
– ¿Qué
estará haciendo? Hace tanto que no le veo… ¡Creo va siendo hora de que le haga
una visita!
Eran los
primeros días de la primavera cuando el escarabajo emprendió el regreso.
Tras varias horas surcando el aire casi a ras de mar, aterrizó en la isla y se
fue en busca de su compañero de fatigas. Enseguida lo encontró, bastante más
flaco de lo normal, rastreando el terreno en busca de algo para almorzar.
– ¡Hola
amigo mío, ya estoy de vuelta!
Al
escuchar una voz que le resultó familiar, el escarabajo de la isla se giró y
puso cara de asombro ¡Su amigo parecía un buda de lo gordo y saludable que
estaba!
Lo
primero que pensó es que sin duda las cosas le habían ido de maravilla y
por supuesto se alegró por él, pero en lo más hondo de su corazón
estaba muy dolido y le habló con voz apesadumbrada.
– ¡Vaya,
por fin has regresado! Veo que tu viaje ha sido un éxito pero…
– ¿Pero
qué?
– Pues
que acordamos en que yo me quedaría aquí aguardando a que tú trajeras comida
para los dos y llevo medio año solito esperándote como un tonto ¡Has preferido
quedarte en tierras lejanas viviendo como un rey a mi amistad!
El
escarabajo viajero se había comportado mal y había faltado a su palabra. Para
justificarse dijo lo primero que se le ocurrió:
– ¡La
culpa no es mía! Allí había mucha comida y toda buenísima, pero no tenía manera
de traértela ¿Cómo podría venir yo tan cargado?
El
escarabajo de la isla se puso aún más triste porque se dio cuenta de que su
amigo no era un amigo de verdad.
– Es cierto
que volar con un montón de alimentos a la espalda es complicado, pero al menos
podías haberme traído un poco para probar. Además, si fueras un buen amigo, no
habrías tardado tantos meses en volver a mi lado. Claramente ¡me dejaste
tirado!
Y sin
decir nada más, se alejó dejando sin palabras a su orondo compañero.
La
historia no nos cuenta si el escarabajo viajero regresó al continente y tampoco
si el otro escarabajo se animó a cruzar el mar en busca de una vida mejor. Lo
que sí es seguro es que a partir de ese día su amistad se rompió, cada uno se
fue por su lado y nunca más volvieron a encontrarse.
Moraleja: Un buen
amigo te apoyará en los buenos y en los malos momentos. Si en una época
difícil para ti no te ofrece su compañía y su cariño, quizá no sea un amigo de
verdad.
5
LA FUERZA DE TU ABRAZO
La frase final, la pronunció Juan con una sonrisa en los labios. Patricia sintió como el estomago le daba un vuelco. A ella no le sonreía así.
- Supongo que esa mujer no vendrá a mi casa, Juan.
- Supones mal, no se porque piensas eso, Patricia. Y dentro de unas horas será nuestra casa. Es persona de mi confianza y vivirá aquí.
- ¡Esto es demasiado! ¡Primero casarnos de esta manera, después alguien intenta matarme y traes a tu amante a mi casa! ¡Es mi casa y no quiero que venga aquí, nunca!
Juan Acosta entrecerró los parpados.
- ¿De que manera querías casarte, Patricia?
- Por amor. Yo quería casarme por amor...
- El amor no existe, corazón. El amor existe en los libros, es locura de poetas y sueño de mujeres, Patricia. Escucha, en la carta que me dejó mi padre me dice que en cinco años podemos separarnos. Lo haremos, pasado ese tiempo cada uno seguirá su camino. Hasta entonces seamos civilizados, seamos amigos al menos.
- Amigos... Juan, los hombres de ayer ¿que querían? A poco me matan.
- Las tierras, Patricia. Las tierras, estoy empezando a comprender el motivo de esta boda. Los dos nos protegemos mutuamente. Alguien habla de bolsas de gas enormes en estas tierras, alguien está comprando toda la tierra que puede. Si tienes una cantidad inferior a cierta cifra puede que el gobierno nos obligase a vender. Uniendo los fundos somos fuertes, eso puede ser el motivo de todo. Escúchame, Patricia. Hemos comenzado mal todo esto. Te prometo que no te obligaré a nada. Tan sólo te pido que me ayudes con el trabajo durante un tiempo, después vete a Santiago o a donde quieras. Sólo un tiempo juntos, Patricia y saldremos del embrollo.
Patricia sentía ganas de llorar, ya no le importaban la tierra ni el fundo. Se estaba empezando a sentir dependiente de Juan Acosta y no le gustaba; se estaba enamorando de él y a su futuro marido tan sólo le preocupaban las tierras.
La frase final, la pronunció Juan con una sonrisa en los labios. Patricia sintió como el estomago le daba un vuelco. A ella no le sonreía así.
- Supongo que esa mujer no vendrá a mi casa, Juan.
- Supones mal, no se porque piensas eso, Patricia. Y dentro de unas horas será nuestra casa. Es persona de mi confianza y vivirá aquí.
- ¡Esto es demasiado! ¡Primero casarnos de esta manera, después alguien intenta matarme y traes a tu amante a mi casa! ¡Es mi casa y no quiero que venga aquí, nunca!
Juan Acosta entrecerró los parpados.
- ¿De que manera querías casarte, Patricia?
- Por amor. Yo quería casarme por amor...
- El amor no existe, corazón. El amor existe en los libros, es locura de poetas y sueño de mujeres, Patricia. Escucha, en la carta que me dejó mi padre me dice que en cinco años podemos separarnos. Lo haremos, pasado ese tiempo cada uno seguirá su camino. Hasta entonces seamos civilizados, seamos amigos al menos.
- Amigos... Juan, los hombres de ayer ¿que querían? A poco me matan.
- Las tierras, Patricia. Las tierras, estoy empezando a comprender el motivo de esta boda. Los dos nos protegemos mutuamente. Alguien habla de bolsas de gas enormes en estas tierras, alguien está comprando toda la tierra que puede. Si tienes una cantidad inferior a cierta cifra puede que el gobierno nos obligase a vender. Uniendo los fundos somos fuertes, eso puede ser el motivo de todo. Escúchame, Patricia. Hemos comenzado mal todo esto. Te prometo que no te obligaré a nada. Tan sólo te pido que me ayudes con el trabajo durante un tiempo, después vete a Santiago o a donde quieras. Sólo un tiempo juntos, Patricia y saldremos del embrollo.
Patricia sentía ganas de llorar, ya no le importaban la tierra ni el fundo. Se estaba empezando a sentir dependiente de Juan Acosta y no le gustaba; se estaba enamorando de él y a su futuro marido tan sólo le preocupaban las tierras.
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